La lengua de signos es fundamental para garantizar la inclusión y el derecho a la comunicación de las personas sordas y con dificultades auditivas. Al igual que cualquier otro idioma, permite expresar pensamientos, sentimientos y necesidades, facilitando la interacción social y el acceso a la información. Su importancia radica en que, sin ella, una parte importante de la población estaría aislada, privada de oportunidades para aprender, trabajar y participar en la sociedad en igualdad de condiciones.
Además, la lengua de signos es un vehículo cultural que preserva y transmite la identidad de la comunidad sorda, fomentando su autoestima y sentido de pertenencia. Es un lenguaje completo y complejo, con su propia gramática y estructura, y su enseñanza y uso contribuyen a sensibilizar y educar a la sociedad sobre la diversidad lingüística y comunicativa. Promover su aprendizaje y su uso en ámbitos educativos, laborales y sanitarios no solo es un acto de justicia y equidad, sino una forma de construir una sociedad más inclusiva y respetuosa, en la que todos los individuos tengan las mismas oportunidades para desarrollarse y prosperar.