El 22 de diciembre de 2022 se publicó en el BOE el texto definitivo de la tan esperada Ley de fomento del ecosistema de las empresas emergentes, más conocida como Ley de Startups, tras diez meses de tramitación legislativa y unos ajustes de última hora.
Primera pantalla: la constitución de la empresa. Para algunos emprendedores, los 3.000 euros de capital social y otros gastos suelen ser el primer escollo. La ley «Crea y Crece» reduce la necesidad de capital a 1 euro y la novedad es que disminuye los aranceles notariales y registrales. Punto a favor. Se reducen también los tiempos, lo que es positivo, pero sin bonus point (que no es uno de los problemas principales). En este punto y tras cumplir ciertos requisitos, nuestro jugador recibirá el nuevo badge de «empresa emergente» o startup otorgado por Enisa.
En la siguiente pantalla las cotizaciones a la seguridad social son el gran reto a vencer. Sin haber generado ingresos, la sociedad debe asumir un gasto mensual, lo cual suele hacer que los emprendedores se lo piensen por miedo a hacer temblar la caja en los primeros meses. Alerta roja. Si bien la nueva ley exonera del pago de autónomo hasta por tres años para aquellos emprendedores que sean también trabajadores por cuenta ajena, ésta no parece el arma definitiva en este nivel. Son los equipos con dedicación exclusiva quienes antes obtienen resultados, creando empresas exitosas o fracasando rápidamente para volverlo a intentar. Sin alivios en este sentido, la alerta roja permanece.
Hemos conseguido desbloquear el siguiente nivel: la búsqueda de capital; ayudas, subvenciones y sobre todo inversión privada. Y es aquí donde quizás encuentro los mayores aciertos. Se eleva la deducción del IRPF a la inversión de 60.000€ a 100.000 euros, y del 30% al 50%, además de facilitar los trámites para inversores extranjeros, que ya no requieren NIE. Las gestoras de fondos de capital riesgo, por su parte, tributarán menos por las comisiones que ganan. Un buen upgrade. Por otra parte, quiero pensar que la nueva certificación de «empresa emergente» debería agilizar el acceso a dinero público.
Pasamos de nivel y nuestro jugador debe atraer y retener talento. La nueva ley incorpora dos herramientas que le ayudarán: por un lado, se mejoran las condiciones de tributación de las stock options, lo que permite contratar personal cualificado con salarios menores a cambio de la oportunidad de recibir acciones de la empresa en el futuro y, por otro, se permitirá a estudiantes extranjeros trabajar en el país hasta por 2 años después de terminar sus estudios. Hay un par de novedades más, aunque de dudosa o nula utilidad para nuestro jugador. Por un lado, se permite la aplicación del régimen de impatriados, que mejora la fiscalidad del personal extranjero contratado y, por otro, se facilita la entrada de nómadas digitales en España. La primera medida es favorable solo para personal de altos ingresos (poco habitual en una startup nueva), mientras que la segunda atraerá a profesionales a España, pero trabajando para el extranjero.
Otra medida cuyo impacto real es dudoso es la ampliación de la reducción del impuesto de sociedades al 15% hasta 4 años desde que se obtienen beneficios en el caso de startups, dado que estas empresas no tienen beneficios en los primeros años y que la certificación (¿recordáis el badge?) dura 5 años -7 en casos concretos-.
Si me preguntan, yo creo que estamos mejor de lo que estábamos. Y con eso me quedo. Las mayores beneficiadas de esta primera versión de la ley serán las startups en fases iniciales (pre-semilla y semilla). Debemos entender, además, que existen reformas necesarias de calado muy profundo -como las cuotas a la seguridad social- que son difíciles de realizar. Sin embargo, aún quedando deberes pendientes, el consenso obtenido y el compromiso observado me hacen ser optimista y creo esto es solo el inicio de una gran revolución que nos pondrá a la vanguardia. Mientras tanto, estoy seguro de que este juego del emprendimiento, que no es ningún juego, es hoy un poco menos difícil que ayer.